Manuel Moreno
Gijón, 18 de enero de 2024
Decía Nietzsche que en la noche se oyen más alto las fuentes saltarinas, y que su alma era también una fuente (un surtidor). Noche y silencio evocan y apuntan en muchos sentidos una misma dirección.
El silencio es también una suerte de noche auditiva, y su amanecer una cuna del lenguaje, quizás la fuente misma desde donde éste brota como Palabra creadora.
Por otra parte, el ruido del mundo perturba con frecuencia esa natural propensión humana al encuentro o comunión con el espíritu (esa consciencia universal que nos trasciende), evidenciándose la simplicidad de su esplendor precisamente en los santuarios del silencio, unas veces naturales, otras fruto de las inteligencias del quehacer humano.
En las medianías del mes de enero (2024) tuve la oportunidad de participar en un retiro de silencio y quietud meditativa en Barnezabal, una casa de abierta espiritualidad concebida al amparo del carisma de las Mercedarias Misioneras de Bérriz, a poco más de una veintena de kilómetros de Bilbao y en un entorno natural de exuberante belleza.
Si las notas de la noche agudizan la consciencia de cuanto transita por los escenarios de lo anímico-humano, en la quietud y el concentrado silencio meditativo también se tornan audibles los inexpresables matices de lo propio.
Barnezabal se muestra al visitante como un espacio abierto a la esencialidad sin nombre (ni apellidos), mostrando inesperadas puertas sin cerrojo. Avenidas de simplicidad y silencio que desembocan en un sentimiento de volver a casa, de retornar a un sí mismo noble y verdadero.
Cada rincón de la casa de espiritualidad de Bérriz nos ofrece amplitud y sentido. Las propias instalaciones de la casa: salas diseñadas y concebidas para el recogimiento, la lecto-escritura o el diálogo; un comedor colorido y diáfano acorde a las exquisiteces de su cocina; la espaciosidad de sus habitaciones (con adaptaciones de accesibilidad); su biblioteca, el oratorium en cada una de las cuatro plantas, la original capilla cristiana de madera… Todo ello aderezado por una naturaleza que te envuelve por doquier.
Si el sentido histórico de las Mercedarias Misioneras ha sido la liberación de cautivos, lo que esta comunidad religiosa nos ofrece hoy en esta casa de abierta espiritualidad (Barnezabal), no deja de ser un espacio privilegiado desde dónde encarar otro tipo de liberación: la de las complejidades y enredos de una civilización intensa, capaz de innumerables ingenios tecnológicos y en vertiginosa evolución, pero anémica de ese silencioso y siempre necesario diálogo con las fuentes del Ser y de la Vida.
Manuel Moreno
Gijón, 18 de enero de 2024